Los papilomas plantares son una patología frecuente en esta época, en la que se anda descalzo en las piscinas públicas, facilitando así su contagio.
El paciente se ve una “callosidad” abultada, con unos “puntos negros” en el fondo y acude a consulta con dolor y con la incertidumbre de si sólo es un “callo” o un papiloma.
Se realiza una exploración manual en la que se presiona y pellizca la callosidad. Es un signo de papiloma cuando el paciente reacciona con más dolor al pellizco que a la presión. Además, al retirarse con un bisturí las capas de piel, aparecen las papilas del papiloma, unos puntos negros que pueden tener un sangrado “en sabana” similar al que tienen los hombres al afeitarse y que no sucede en una hiperqueratosis “normal”.
Hay una gran variedad de tratamientos, pero es importante destacar, que no todos sirven de forma unánime a los pacientes: ácido nítrico, nitrógeno líquido o nitrato de plata, son los aplicados siempre por un profesional ya que son tratamientos agresivos. Hay otros menos cruentos, que se pueden comprar y aplicar en casa como parches y ungüentos con ácido salicílico. Con estos, hay que tener cuidado, ya que en muchas ocasiones, esos apósitos se mueven y maceran tanto la zona del papiloma, como la piel sana, con riesgo de provocar una infección.
Paciente con papilomatosis después de aplicar tratamiento con ácido nítrico.
El riesgo principal que conlleva tener un papiloma es el contagio, tanto a uno mismo en otras partes del cuerpo o pie , convirtiéndolo en papilomatosis, como a otras personas, por ello unas pautas de prevención son necesarias:
-No compartir calcetines.
-No pisar descalzos en sitios públicos o en casa.
-Lavarse bien las manos después de tocarlo.
-Limpiar con lejía la ducha después de usarla.
-Secar bien los pies después de la ducha.
Acudir a un profesional para que lo valore, elija el tratamiento adecuado a cada paciente y la paciencia, ya que pueden ser tratamientos duraderos, son fundamentales para el éxito de la curación, siempre junto a la prevención.