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Las infiltraciones con corticoides son un tratamiento habitual en las consultas para paliar los dolores ocasionados por  la fascitis plantar. Estas resultan muy efectivas si su uso es el adecuado tanto a lo que se refiere al diagnóstico, como a la forma de administración. Ya que si hay un diagnóstico erróneo de fascitis o la infiltración no es ecoguiada, las probabilidades no solo de fracaso, sino de empeoramiento son altas.

La fascitis y la fasciosis son patologías diferentes y como tal, han de ser tratadas con técnicas adecuadas a la fase en la que se encuentran. No es lo mismo ni cara al tratamiento, ni a la rehabilitación, ni  al comienzo de la actividad deportiva, presentar una fascia inflamada, fascitis, que una fascia degenerada, fasciosis.

¿Cómo podemos saber que patología tenemos? Es el especialista, con una buena destreza ecográfica , y exploración clínica, el que puede determinar que patología tenemos. Los síntomas se parecen “a priori”, pero en la imagen diagnóstica ecográfica, la fascia se presenta con unas características muy distintas y el tiempo que lleva el paciente con el dolor, también resulta muy orientativo a la hora de” intuir” si se puede tratar de una u otra.

La causa de que las infiltraciones no funcionen o que inclusive, empeoren la situación es básicamente una: “diagnóstico de fascitis erróneo”, ya que si realizamos una infiltración con corticoide a una fascia degenerada, es decir, con fasciosis, el riesgo de que el medicamento cristalice y atrofie aun más el tejido con el consiguiente riesgo de rotura espontánea de la fascia es altísimo.  En un primer momento, puede incluso que un par de meses, el dolor remita por el efecto de un medicamento que está bloqueando la síntesis de los mediadores de la inflamación, que existirá ya sólo por el mero hecho de andar buscando posiciones antiálgicas  en la marcha poco correctas, pero que en un medio plazo puede dar lugar a un retroceso con las consecuencias de haber depositado un corticoide en una zona ya degenerada y debilitada.

Todo se basa en una buena exploración y un diagnóstico acertado, para así tomar buenas decisiones con respecto al tratamiento más efectivo para cada paciente. Y es que, no siempre que duele el pie es fascitis.

 

 

 

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